
Victoria Eugenia Martínez Santibáñez
Semblanza:
Soy Victoria Eugenia Martínez Santibañez y nací en la Cd. de Oaxaca, Oax. y su belleza proverbial impactó mi alma desde muy pequeña, así como la de las Zonas Arqueológicas del Estado, su historia y paisajes geográficos, tanto como su música y artesanía, costumbres y tradiciones también.
Con los años me fui a vivir a la no menos hermosa Cd. de Morelia, Mich.
Espacio maravilloso lleno de magnífica arquitectura, música, Museos que guardan su Historia y riquísima en Arte en el más amplio sentido que está palabra pueda tener.
Ahí mi alma floreció y yo me procuré oportunidades de acercarme a todas estas cosas: pertenecí a algunos Coros y por lo mismo estudié algo de Música, asistiendo también a innumerables Conciertos, tomé Cursos de Historia del Arte a nivel Universitario y algún otro de Creación Literaria, en la Casa de la Cultura de esa Ciudad; así como también asistí a clases de Pintura con varios Maestros.
Todo esto enriqueció mi vida y como también es de mi mayor interés practicar y transmitir en lo posible los valores tradicionales de la Humanidad, en los que creo, tales como el amor y la conservación de la Naturaleza, el amor a la Patria y a la familia, el respeto y atención a las Personas Mayores y a los Niños, la honestidad y la amistad y el procurar hacer el bien en todos sentidos, decidí que la mejor forma de ahondar en todo esto, era escribiendo uno o varios libros
El primero, dirigido a los niños, ya fue publicado en el 2021 con el nombre de “Un cuento para ti mi pequeño Niño”.
Y ahora les presento este, mi segundo libro, titulado “La Casa del Rancho”, tratando de expresar en ellos todos estos valores y de alguna manera intentar transmitirlos.
Es por tanto mi deseo que al leerlos, mis lectores se sientan motivados por este anhelo mío de que el ser humano sea cada vez mejor.

La Casa del Rancho
Sinopsis:
“VAMOS A IR A SAN JOAQUIN “
Escuchar esta frase dicha por mi familia representaba en mi niñez y aún lo sigue siendo en la actualidad, un mensaje de felicidad plena.
Y en los preparativos había que ponerse a ayudar!
Llegar a ese lugar con su clima frío y húmedo es símbolo de libertad e invita hasta a los más pequeños de la familia a explorar la casa y sus alrededores, incluidos los dos arroyos que pasan a su lado.
La casa del pueblito de San Joaquín ronda los 100 años desde su construcción original, más varios arreglos que se le han tenido que ir haciendo.
Los colores le han cambiado y me parece que con el tiempo se ha ido encogiendo, pero aún así cuenta con espacio suficiente para albergar en ella a todo aquel que quiera quedarse.
Así como el patio necesario para practicar diversos juegos y para hacer ahí una fogata con su respectiva “cantada” al son de la guitarra. Y una magnífica carne asada en un asador improvisado con piedras y una plancha de metal.
Y disfrutar de veladas a la luz de las estrellas que aquí sí se dejan mirar.
Y beber bebidas especiales como el “tetequila”, mezcla de esa bebida que llevamos, más té de nuestro cedrón, el cual revive para tal efecto cada año.
Los paseos a pie por los alrededores con sus resbaladillas de tierra roja, sus árboles de cedro, ocote y madroños, han brindado a nuestra familia horas de magnífica convivencia, así como a los amigos humanos y de cuatro patas que han tenido la fortuna de ir.
O bien pasear junto al pequeño río, cuya belleza nos sorprende cada vez más.
Porque aquí el sendero y la aventura los eliges tú!